Por
aquellas cosas de la vida ha pasado casi un año hasta que he podido ver El cadáver de Anna Fritz, de nuevo
gracias a las plataformas digitales, por lo que he dudado sobre su conveniencia
de poner aquí un comentario tan a destiempo. El caso es que se trata de una de
las más comentadas en la edición de Sitges del 2015 y que, como suele suceder
en estos casos, apenas tuvo resonancia en su paso por las (escasas) salas en
que se estrenó.
Lo
cierto es que el punto de partida no era muy prometedor: cuando los amigos de
un chaval que trabaja en la morgue se enteran de que el cadáver de la
recientemente fallecida Anna Fritz estará toda la noche en el depósito deciden
colarse en el mismo para verla en persona. Pero claro, una vez la tienen delante,
tan joven, tan maquilladita y tan desnudita, pues se les ocurre hacer algo más…
Sí,
sórdido y hasta desagradable, pero lo cierto es que luego la cosa toma un giro
que le da cierto interés y consigue, con unos medios mínimos y apenas cuatro
actores, crear una atmósfera de intriga que te mantiene enganchado hasta el
final.
Posiblemente
Alba Ribas, la cara más reconocible del reparto, interpretando a la malograda
actriz, es la que mejor está, realizando una composición creíble y sufrida, y la
dirección de Hèctor Hernández Vicens, más cercana a un trabajo académico que a
una película de presupuesto, es correcto y sin histrionismos innecesarios. Reconozco,
eso sí, que ante semejante punto de partida me habría gustado más un toque un
poco más oscuro y sobrenatural, pero tampoco le vamos a pedir peras al olmo ni
exigir que hagan una película a mi medida (además, para eso ya está la
aterradora y estupenda La autopsia de Jane Doe).
En
fin, cine español de bajo presupuesto y pocos recursos que demuestra que con
ganas e ilusión tampoco es necesario tirar de talonario. Aunque sin duda
habrían agradecido algo más de visibilidad en su estreno.
Valoración:
cinco sobre diez.
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