Viendo
Ouija: el origen del mal me vino a la
memoria Calle Cloverfield, 10. Y no
porque sus argumentos tengan nada que ver, sino porque sentí aquí la misma
sensación que con aquella (confirmada después por J.J. Abrams): la de que se
había aprovechado un guion ajeno a la supuesta saga para que, con algunos
retoques, encajase en el puzle.

Confirmando
mi teoría de que el cine de terror sufre una nueva corriente cada vez más
cercana al drama, la película que propone Flanagan es un excelente retrato de
una familia acuciada por las deudas y el dolor por la pérdida de la figura
paterna que utilizan el espiritismo como medio para ganarse la vida hasta que
la dichosa tabla de marras entra en la casa permitiendo el acceso de varios
espíritus malignos.
Durante
gran parte del metraje cuesta recordar que estamos ante una película de terror,
pues los sustos son escasos y Flanagan no recurre apenas al efectismo de los
sobresaltos musicales ni los planos tramposos, aunque la sensación de mal rollo
es constante. Es más una película inquietante, que angustia, y que solo en su
tramo final logra desatarse sin llegar nunca a alcanzar niveles de ridiculez
como la mayoría de películas que pululaban por este género hace apenas unos
años.
Prescindiendo
del recurso de las adolescentes tontas (hay una hija adolescente, interpretada
por Annalise Basso, que ya estaba en Oculus
y era también una de las hijas de Captain Fantastic, pero de tonta no tiene un pelo), la coerencia con la que actúa
la familia en todo momento, a expensas de la dolorosa ingenuidad infantil del
miembro más débil de la misma, demuestran un guion inteligente y que no busca
burlarse del espectador, consiguiendo que sea esta película muy superior a la Ouija original y que, pese a no ofrecer
un terror muy exagerado, sea una interesante propuesta para este Halloween.
No
va a romper moldes ni sentar cátedra, pero sí demuestra que con un poco de
inteligencia y ganas de trabajar bien se pueden seguir haciendo películas de
fantasmas interesantes.
Valoración:
Seis sobre diez.