Teniendo
en cuenta que en 2013 Denis Villeneuve
estrenó dos películas muy diferentes en un periodo de tiempo relativamente
corto, una que me entusiasmó (Prisioneros)
y otra que odio profundamente (Enemy),
cada vez que me enfrento a un estreno de este director me pregunto cuál de sus
dos versiones nos ofrecerá.
La llegada aúna un poco de ambas. Por un lado es una historia
intensa y emocionante, con la descripción en un tono bastante realista de la
llegada de unas naves extraterrestres a la Tierra, pero sin dejar de lado la
carga más íntima y emotiva, centrándose en la figura de una experta en lengua
que debe tratar de hacer de intérprete con los alienígenas. Pero por otro lado
también tenemos esa atmósfera desconcertante que es capaz de hipnotizarnos con
sus imágenes a la vez que amenaza con no hacernos entender nada de lo que está
pasando en pantalla. Afortunadamente, y sin hacer ningún tipo de spoiler, esta
vez sí hay un final cerrado que si bien invita a la reflexión y al debate no
deja al espectador con la cara de tonto que uno se quedaba al final de Enemy.
Pese
a la presencia de Forest Whitaker y Jeremy Renner, todo el peso interpretativo
recae en Amy Adams, que recupera aquí sus buenas sensaciones tras del
despropósito que era su personaje en Batman v. Superman. Ella soporta toda la carga emocional dela historia y cumple a
la perfección con el desafío de provocar, pero al mismo tiempo sufrir, el
propio desconcierto que debe sentir el espectador conforme va avanzando la
historia.
Aún
siendo una película de extraterrestres con clara carga fantástica y de ciencia
ficción, La llegada es ante todo un
drama que empieza con dureza y juega al despiste constantemente sin dejarnos
entrever el sufrimiento interno de los protagonistas para permitir que el
espectador saque sus propias conclusiones. Sin embargo, para no ser tildado de
tramposo, Villeneuve va plantando a partir del ecuador del film pequeñas
semillitas sobre lo que está sucediendo, lo cual puede adelantar demasiado lo
que va a suceder al cinéfilo más avispado.
No
sé si esta será la mejor película de Villeneuve, pero sí está claro que él
pretende que lo sea. Su estilo fílmico, la lentitud de la narración, las
escenas intimistas de los flashbacks… Todo está planificado con una cuidada
delicadeza que invitan a pensar que estamos ante la cinta más personal de un
director ya de por sí con bastante identidad propia, demostrando también que la
productora ha confiado en él lo suficiente como para no obligarle a transformar
su historia de extraterrestres (de efectos especiales sencillos pero
cumplidores, por cierto) en un enorme blockbuster palomitero.
Y
tras la historia personal del personaje de Amy Adams, además, Villeneuve
plantea una denuncia social usando los trucos del lenguaje para reflejar los
problemas de comunicación entre los dirigentes de los grandes países,
demostrando que a veces es más complicado entenderse con el vecino de al lado
que con un ser del otro lado del universo.
Puede
que uno encuentre muchas cosas conocidas en La llegada, desde el estilo
intimista de Monsters o Distrito 9 hasta la profundidad
reflexiva que buscaba Nolan en Interstellar (incluso alguna influencia de Malick se puede adivinar por aquí), pero
Villeneuve se las apaña para reunir todas las referencias y darles una entidad
propia, haciendo que esos recuerdos se acepten sin molestar demasiado.
La llegada es, en fin, un muy interesante film que invita al
debate posterior y que gustará más tras un tiempo de reflexión que tras su
inminente visionado, aunque hay que reconocerle también que utiliza muchas
trampas para llevar la historia por donde lo requiere el guion, no siguiendo
siempre las leyes de la lógica.
Todo
un lujo que no llegará a nuestros cines hasta dentro de un mes largo pero que
se ha podido disfrutar como colofón final en la sesión sorpresa del festival de
Sitges 2016.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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