En
1999 Daniel Myrick y Eduardo Sánchez revolucionaron el género del terror con El Proyecto de la Bruja de Blair, una
peliculita de ínfimo presupuesto a la que supieron rodear de un airea de
leyenda urbana muy en la línea de Holocausto
Caníbal y que inició la moda de las found footage. Ambos fracasaron en la realización
de su mediocre secuela, El libro de las sombras,
y poco se ha vuelto a saber de ellos hasta ahora, en la que ejercen como
productores de este torpe intento de revivir la saga.

Blair Witch es exactamente lo mismo que El proyecto de la Bruja de Blair, con más ruido de fondo y
cachivaches más molones (aunque, a la postre, no sirvan para nada, como el
desaprovechado dron). Hay alguna idea interesante en la propuesta, pero ellos
mismos la dejan de lado como si temiesen apartarse lo más mínimo del camino
marcado.
Blair Witch, por tanto, no aporta nada nuevo. Solo sirve como
excusa para pretender enseñar a las nuevas generaciones lo que algunos
padecieron hace un par de décadas en cine. Pero claro, mucho ha llovido desde entonces,
y eso del “metraje encontrado” hace años que dejo de tener gracia.
El proyecto de la Bruja de Blair, vista hoy en día, es anodina y lenta. Pero en su
momento tenía un toque de misterio y originalidad que al menos la hacía
diferente de las demás. Blair Witch
apenas logra aspirar a dar un par de sustos con sus golpes de sonido. Y ni eso
lo consigue hacer bien.
No
sé si será la peor película que se vea en este festival de Sitges. La más
decepcionante seguro que sí.
Valoración:
Tres sobre diez.
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