Existen
dos maneras de adentrarse en esta película, y dependiendo de la manera elegida
de puede aceptar mejor o peor a Snowden,
el último título del director Oliver Stone que, como es habitual en él, viene
precedido por la polémica.
Por
un lado, siendo una biografía de un personaje real, podemos analizarla como un
retrato supuestamente fiel a lo sucedido y a la realidad del personaje
protagonista. Quizá ahí sea donde más se pueda poner en duda la parcialidad del
director, que ha contado con la colaboración del propio Snowden para la
realización del film así como del diario The guardian, que se hizo cargo de
difundir los secretos de estado revelados por el agente de la CIA. Es bien
sabido que Stone se inclina mucho a la izquierda y es posible que esas
inclinaciones deformen parte de la personalidad y las acciones de un hombre
considerado traidor en su país y que en la película queda dibujado no sólo como
un héroe sino casi como un santo, sin una sola sombra que enturbie su figura.
Sin
embargo, más allá de consideraciones políticas, esto de lo que se trata es de
analizar una película. Y como película hay que reconocer que Snowden es impecable. Consiguiendo
explicar de manera sencilla y clara los acontecimientos que llevaron a Ed
Snowden a traicionar la confianza de su gobierno (de una manera que me recuerda
a la inferior El quinto poder), la película
usa como excusa argumental la grabación del reportaje que Laura Poitras y los
periodistas de The guardian le hicieron en la habitación de un hotel de Hong Kong
(y que se complementaría perfectamente con esta película para una sesión doble)
para rememorar sus primeros pasos en la CIA, su historia de amor con Lindsay
Mills y los motivos que transformaron a un idealista patriota en un liberar que
termino por filtrar secretos de estado, relacionados sobre todo con el
espionaje ilegal a millones de ciudadanos de todo el mundo.
Sí se echa en falta, posiblemente, la presencia de algún personaje bienintencionado capaz de defender la postura gubernamental, pudiendose haber convertido la película en un debate más que en una simple acusación.
Sí se echa en falta, posiblemente, la presencia de algún personaje bienintencionado capaz de defender la postura gubernamental, pudiendose haber convertido la película en un debate más que en una simple acusación.
Con
el miedo a la impotencia ante el espionaje masivo de los Estado unidos como nota
de relleno, la película cuenta con un reparto espectacular, encabezado por un
Joseph Gordon-Levitt acostumbrado a mimetizarse para parecerse al personaje que
interpreta (aunque aquí está mucho más convincente que en El desafío) y una gran Melisa Leo que da vida a Poitras. Ideologías
políticas aparte, no cabe la menor duda de que Stone es un gran director, y
aquí lo demuestra una vez más con una historia muy bien narrada, que mantiene
la intriga en todo momento, pese a los tecnicismos utilizados y al hecho de
conocer de antemano el desenlace, y que logra emocionar a la vez que indignar.
Una película que puede invitar a la reflexión y que es un nuevo dardo
envenenado a la política exterior (e interior) de los Estados Unidos.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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