Si
ya es difícil enfrentarse a una película de Nicolas Winding Refn como
espectador, reflexionar sus trabajos y plasmar una opinión en papel (o en
digital, como es el caso) es casi un atrevimiento demencial.
Recordado
siempre por la publicidad como “el director de Drive”, ya que esa es su película más comercial (y ya tiene narices
llamar comercial a Drive), The neon demon está más cerca de la
locura visual y estética de Sólo Dios perdona, aquel exceso de imágenes hipnóticas y argumento imposible. No soy
muy fan de esa anterior película (todavía tengo pesadillas con el policía
cantando en el karaoke), por más que quedé prendado de su fotografía y por la
interpretación de Kristin Scott Thomas, y The
neon demon va por el mismo camino, por más que hay algo en su ritmo y en la
estructura narrativa que me convence más que Sólo Dios perdona.
La
historia de la chica humilde que lo deja todo por perseguir un sueño es un
argumento muy manido ya pero que no por ello ha dejado de seducir a grandes
directores de la historia. Adrian Lyne hizo Flashdance,
Paul Verhoeven lo endureció en Showgirls
y Darren Aronofsky lo llevó al extremo
en Cisne negro. Precisamente en la
magnífica película con Natalie Portman y Mila Kunis la metáfora de la rivalidad
entre aspirantes al trono de la fama se transformaba en realidad en una
espeluznante escena en la que la Portman mutaba literalmente en el Cisne de su
obra, y eso es lo que ha hecho Nicolas Winding Refn en The neon demon, llevando esa metáfora a extremos inimaginables y
superando todos los límites que uno se pueda imaginar.
The neon demon es, por supuesto, una película muy compleja, de esas
que hay que visionar dos o hasta tres veces para aspirar siquiera a
comprenderla. Es un compendio de ideas alrededor del mundo de la moda y de las
top models incómodo y desagradable, con subtramas retorcidas que engrandecen el
conflicto a la par que confunden al espectador.
Toda
la película es en sí un delirio visual, un coctel de ideas que no siempre
funcionan individualmente pero que desgarran el alma e inquietan el espíritu vistas
en su conjunto. No es una película perfecta ni se espera (yo no lo espero, al
menos) una película perfecta de NWR (como él mismo firma), pero sí alimenta la
imaginación más de lo que lo hiciera Sólo
Dios perdona. Es habitual que este tipo de producciones genero odios y
pasiones, y las críticas llegadas hasta ahora van en esa línea: desde dieces
absolutos a ceros catastróficos. Yo, como suele sucederme, me encuentro en un
camino algo más intermedio, reconociendo el tedio que aflora en algún momento
de la historia y el desconcierto de su trama, pero esta vez he conseguido
dejarme llevar por la demencia musical y colorista de NWR y he aceptado coger
de la mano a Elle Fanning y acompañarla en su descenso a los infiernos, a
descubrir la cara amarga de la fama y la gloria, las envidias, la sordidez y la
soledad que esta atrae y la corrupción de su propia alma.
No
acostumbro a aceptar las películas que no logro entender, y más allá de la
metáfora salvaje que desemboca en un final estremecedor, es posible que muchas
de las tramas se pierdan en un guion que de tan complejo que pretenda ser termina
por volverse confuso y complicado, pero por una vez acepto el reto y me limito
a dejarme llevar. Esta vez, no importa lo que me cuentan, sino el cómo. Al
final, la historia ya la conocemos de sobras. Y NWR consigue que la despiadada
crítica al mundo de la moda que hiciera Robert Altman en Pret-a-porter parezca una película Disney al lado de lo que aquí se
muestra. La obsesión por la belleza eterna, convirtiendo al bisturí en la nueva
herramienta de la fe, tiene algo del humor negro de La muerte os sienta tan bien, pero alcanzando límites insospechados
que la convierten en algo único y extraño.
The neon demon es desagradable, oscura, incómoda, cruel y salvaje,
pero también absorbente, adictiva y enfermizamente bella.
Valoración:
Siete sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario