jueves, 13 de octubre de 2016

Sitges 2016: CAGE DIVE

El hecho de que uno espere muy poco o nada de una película no siempre es suficiente para que esta termine gustando. Tras la soporífera experiencia de Blair Witch volver a enfrentarse a otro film del tipo found footage y encima de un director novel no parecía lo más indicado. Y menos cuando se trata de una película de tiburones y uno tiene tan fresco el grato recuerdo de Infierno Azul.
Gerald Rascionato es el director australiano que debuta con Cage Drive y que, visto en Sitges, parece un buen tipo, afable y cercano, lo cual no lo redime, por supuesto, como realizador. Lamentablemente, su película es tan plana y soporífera como cabría esperar, y aunque tiene algún momento de agrado, algún susto que funciona, estamos ante más de lo mismo. El truquito de las grabaciones encontradas, a la postre, no es más que un recurso para conseguir hacer una película con cuatro duros, teniendo aquí la opción de desenfocar las escenas submarinas y lanzar cientos de burbujas a cámara para evitar costearse los supuestos tiburones. Por el contrario tienen el inconveniente de que dificultan el poder conocer y, por tanto, empatizar con los protagonistas. Aunque visto lo visto, tampoco es que haya mucho con lo que empatizar.
Megan, Jeff y Greg son tres amigos que decididos a conseguir hacer un reallity televisivo se embarcan a una aventura submarina entre tiburones, teniendo así la excusa para filmarlo todo. Aunque nada sorprende en la película y no hay un ápice de originalidad, se agradece el esfuerzo de pretender explicar algo más metiendo un triángulo amoroso por medio así como un mínimo (muy mínimo) ataque al “todo vale por la fama” al que nos arrastra la sociedad de consumo televisivo actual, pero nada es suficiente para combatir el aburrimiento más que la posibilidad de tomarnos a guasa las torpezas de los protagonistas y convertir el drama en comedia. Solo así se le puede salvar algo.

Valoración: Cuatro sobre diez.

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