Dirigida
por Sang-ho Yeon en su debut en el cine de acción real tras su paso por el
anime, Train to Busan es una película
de zombies coreana que recoge casi todos
los tópicos del género. Un extraño virus se propaga desde Seúl convirtiendo a
los infectados en unos seres ávidos de sangre y los pasajeros de un tren con dirección
a la ciudad de Busan deberán luchar por sobrevivir con la esperanza de que el
ejército les rescate en su destino.
Con
la variante zombie en la que estos seres corren que se las pelan, en la línea
de El amanecer de los muertos o Guerra Mundial Z (o incluso 28 días después o REC, aunque los puristas dirán que estos no son realmente zombies),
Train to Busan es una colección de
tópicos tanto con respecto a sus personajes como a las situaciones a las que se
deben enfrentar, con un arranque en el tren que recuerda el esquema típico de
las pelis de catástrofes (donde la cámara nos invita a conocer a diversos
pasajeros que sabemos de antemano que estarán en el grupo de los
supervivientes), y un desarrollo que sigue con bastante fidelidad los canones
preestablecidos.
¿Qué
hay de destacable, pues, en Train to
Busan para que haya despertado entusiasmo allá por donde ha sido vista?
Pues principalmente su magnífica dirección. Sang-ho Yeon consigue dar un ritmo
endiablado a la historia, plasmando escenas de acción espectaculares y logrando
que todo lo que veamos nos parezca hacerlo por primera vez. En ocasiones no es
necesario inventar nada nuevo para conseguir algo destacable, y eso es lo que
sucede con Train to Busan, que luce
una factura impecable y tiene un aroma de superproducción que la aleja de las
cintas de serie B claustrofóbicas y oscuras del género, terminando por resultar
técnicamente perfecta.
Además,
que los personajes protagonistas resulten tan tópicos facilita a Sang-ho Yeon
que no deba perder mucho tiempo en sus presentaciones, pudiendo empatizar con
ellos con apenas dos pinceladas. Eso permite que cada pérdida impacte más y que
se acepte la sensiblería que parece rozarse en algún momento determinado.
Además,
como ya hicieran en su momento George Romero o Zack Snyder, Sang-ho Yeon
aprovecha las situaciones límite para hacer un retrato sobre la crueldad humana,
haciendo que por momentos algunos supervivientes puedan superar en su rol de
villanos a los propios zombies.
Vista
en su conjunto, la película consigue ser emocionante, aterradora, divertida y
emotiva a partes iguales, alzándose desde ya como un clásico del género, sin
importar que algunas escenas sean demasiado inverosímiles o pilladas por los
pelos.
De
nuevo el cine asiático triunfa en Sitges, aunque lo haga con un estilo tan
inspirado en Hollywood como lo hiciera Joon-ho Bong en The Host.
Valoración:
Siete sobre diez.
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