jueves, 13 de octubre de 2016

Sitges 2016: THE EVIL IN US

Jason William Lee escribe y dirige una película que a priori cuesta definir si trata de zombies, caníbales o posesiones diabólicas. Y es precisamente ese juego de incertidumbre lo que mejor funciona en la historia de (otra vez) este debutante en la pantalla grande.
Tenemos tres historias en paralelo. Por un lado, la investigación de un despiadado asesinato múltiples donde la única superviviente puede ayudar a ofrecer algo de luz al caso si logra salir del coma, por otro, la presentación de lo que parece un “mad doctor” clásico con una serie de prisioneros a los que observa desde el exterior de sus celdas acristaladas. Y por último, un grupo de amigos que se reúnen en una cabaña en una bonita isla para celebrar la festividad del cuatro de Julio. Tres tramas que, inevitablemente, terminarán por unirse conformando un cruento y terrible baño de sangre.
Sin pretender desvelar demasiado de su argumento, que dicho sea de paso, va de menos a más, siendo al principio algo torpe en la presentación de personajes llegando a amenazar con desconectar son los mismos, la película recuerda en algunos momentos a aquella locura que se vio por este mismo festival hace justo un año, Summer Camp, con la gran diferencia de que aquí no hay nada de la diversión de Alberto Marini, siendo The Evil in us una película dura, violenta y sin apenas humor.
Muchas son las virtudes de esta obra que merece estar entre lo destacado del Festival, pero por desgracia la falta de experiencia de un directo al que habrá que seguir de cerca produce también alguna pesada losa, como ese arranque lento, la insistencia en alargar algunas de las escenas de acción y, sobre todo, la floja calidad interpretativa de alguno de los protagonistas, lo que resta empatía a la historia.
Con todo, el misterio se deja llevar bastante bien y pese al extremismo que pueda definir a  su resolución el mensaje nada sutil es digno de admiración, haciendo que todo derive en una crítica ácida y (esperemos) muy exagerada hacia el poder político y la ambición desmesurada.

Valoración: seis sobre diez.

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